Heinz Dieterich

Tarek William Saab, defensor de los derechos humanos del pueblo venezolano; combatiente solidario de madrugada en los programas televisivos del difícil entorno de la oligarquía; abogado penal de profesión y abogado del alma en pos de la noble causa bolivariana, ha tenido que navegar su chalupa poética hacia los mares revueltos de la globalización neoliberal, en plan de político de tiempo completo. Tal viraje del poeta ha causado problemas de clasificación en los servicios de inteligencia que manejan su ficha personal y cuyas últimas entradas pudieran decir lo siguiente.

Susodicho sujeto es sospechoso desde todos los puntos de vista, comenzando por el lingüístico. Su primer nombre es árabe; el segundo nombre es inglés y su primer apellido es de una marca automovilística sueca. ¿Cuál será su verdadera identidad, su verdadera lealtad? Estará con los revoltosos del Medio Oriente, con la Tercera Vía del inglés Tony Blair o tendrá predilecciones por el socialismo de los escandinavos?

Luego, si es poeta, ¿qué hace en la política? ¿Lo infiltraron? En caso de que sí, ¿quién lo infiltró y con qué objetivo? ¿Para componer la política o para descomponerla? ¿Su asesor de mercadotecnia se llama Maquiavelo, o Shakespeare o quiere arreglar el mundo del poder sólo con su gran corazón y el romanticismo de la igualdad y justicia social?

Así mismo, ¿por qué entituló esta última obra suya, Cielo a media asta? ¿Quiere decir, que el cielo está en ascenso y que ya ha recorrido la mitad del camino o que está en caída hacia el valle de las lágrimas de los terrenales y sólo descansa un momento para después emprender de nuevo el viaje hacia el temible destino de los mortales?

Las respuestas a estas interrogantes se encuentran, por supuesto, en este poemario y, por lo tanto, quien quiere conocer más de cerca a Tarek William Saab-sea de inteligencia, o no- tiene que adentrarse en sus versos. Versos bellos, con trasfondos de tristeza. Reflejo de melancolía de los ojos del poeta que sirven de espejos a las turbulencias de su alma. Quisiera cubrirlos con las cortinas de la actividad febril y de las cascadas verbales; mas, en la poesía -que es hija de la erótica- las cortinas sólo sirven a medias: demasiado oscuro el objeto de la fuerza poética, se pierde en el oscurantismo; demasiada luz sobre el objeto lo desnuda y lo convierte en pálida imagen de lo obvio. La sabiduría popular expresa esta verdad en el dicho, ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre.

Saliendo a la calle, la gente se acerca a su abogado y le pide trabajo y ayuda o, simplemente, quiere saludarlo y tocarlo. Es popular el poeta con los de abajo, con aquéllos que el lenguaje florido maya de los zapatistas mexicanos ha bautizado como los sin voz, ni rostros. Aquellos que las oligarquías y sus partidos no ven, ni oyen; que no caben en las reformas agrarias de sus democracias representativas; que son números en sus maquilladas estadísticas del desempleo y del hambre; que no son más que porcentajes en los cuatro quintiles inferiores de la sociedad criolla y cristiana y de los cuadros de calidad de vida que fabrican los tecnócratas con pasaportes diplomáticos y salarios de siete mil dólares, en las oficinas aireacondicionadas de las burocracias del Estado global; que son los fantasmas llamados excluidos y otros que habitan los discursos de los filósofos en las torres de marfil de la academia, que son los subversivos y agitadores en las fichas y listas negras de los policías del Tercer Mundo que hacen el trabajo sucio de la elite económica global, en fin, que son lo real que ha quedado de lo real maravilloso de antaño, porque lo maravilloso ha emigrado, junto con  millones de ciudadanos, en busca de mejores tiempos y tierras, ante el impacto de las políticas neoliberales de los vendepatrias y de sus padrinos estadounidenses y europeos.

No es explícito lo político en la poesía de Tarek William Saab, tal como lo encontramos, por ejemplo, en la obra de Mario Benedetti: queda más oculto como si el poeta hubiera querido ponerle un preservativo lingüístico, destinado a impedir el contacto directo con la cruel realidad de la política, cuyo aspecto canibalesco es mejor percibido por el principiante del cambio en los dramas reales de William Shakespeare y en El Príncipe del renacentismo maquiavélico. Sin embargo, y esto es lo importante, la lógica del poder y el continuo drama de los de arriba y los de abajo, está allá; no está ausente, como sucede en la obra del genial poeta Rubén Darío.

Tarek William Saab navega su chalupa de tres identidades entre los remolinos del ser erótico y las rocas del zoon politicon– del animal en busca del poder-de Aristóteles. Navega, como lo indica el título de su obra, en un cielo a media asta.
Caracas, 13 de julio, 2001

Heinz Dieterich